La retahíla de sucesos que desfilan por mi mente me atolondran. El paisaje sigue tomando color, por mucho que el frío se esfuerce en hacer las hojas caer. La primavera aparece bajo un manto de hielo, inesperada, a destiempo.
Desaparece el tercer hombre, pero esta vez no me importó, esta vez, desaparecí yo. Y el dolor ¿qué es el dolor? Aprendí que esperar no es la solución. El final, terminó, otro halo de promesas que jamás se cumplió ¿pero y qué? ¿era amor? Se alargó, proyectó y se perdió. Es ahora cuando el silencio no deja un regusto de amargor.
¿Y que hacer? No hay presión. El camino sólo se trazó. Nítido, iluminado, generoso en su extensión. No hay dudas, todas las señales indican en esta dirección, ahora el saber a dónde ir ha dejado de ser mi obsesión.
Pero no te equivoques, querido amigo, no es momento de hibernar, no.
Hay un rubor. Latente rubor, que se esconde tras mis pupilas, En tus andares se anudaron mis más inimaginables placeres. Inocentes placeres que engendran un rubor.
Rojo rubor, que titubea, que empaña los cristales y desaparece cuesta arriba entre los abedules. Hay un rubor que nace, hay un rubor...
No hay comentarios:
Publicar un comentario