domingo, 28 de septiembre de 2008

En soledad o en sociedad

-¿Quién está conectado a las 4:30 a.m. al MSN?-

-Yo- me respondí a mi mismo, desbaratando la retórica de la propia pregunta.

Quizá ahora debería estar en algún pub con la música alta bebiendo cerveza, haciendo tonterías o simplemente dejándome llevar levemente por el ritmo de la música. Quizá podría estar bien lejos, durmiendo al lado de alguien que no me quiere, pero con quien, seguramente, podría tener buen sexo. Quizá debería estar tumbado, roncando, soñando algo, que, mañana, probablemente no recordaré. Quizá pudiese estar en cualquier otro lugar menos este, pero no es el caso.

Por los cascos, la música de Django Reinhardt tiñe el silencio de la madrugada de ánimos, y disfraza el ruido del teclado con ritmos animados. Me pregunto si es él el mismo autor de la música de el tercer hombre, ya que su estilo es muy similar a la música de la película, así que le pregunto a san google. Me lo confirma.

Vuelvo al hilo de pensamiento anterior. Quizás esté aquí por que quiera. O simplemente porque ninguna de las alternativas que tenía me pareció mejor. O quizás por las dos cosas. Mirando algunas páginas se me han hecho las 5:07. Tengo sueño, pero me siento incompleto. Pienso que quizás mi sitio en este momento no sea este. Ni mi estado de ánimo. Pero no he podido decidir sobre ello.

Me da rabia. Se dice que el ser humano es social por naturaleza. Es algo de lo que nos podemos alegrar. Porqué, ¿Qué sería de nosotros sin los demás? ¿Quién iba a molestarse en moverse por hacernos llegar la comida, el agua, los entretenimientos?

Pero también es un motivo de tristeza, porque además de ser social, el ser humano es dependiente. Puedes intentar ser la persona más alegre del mundo. Sonreír, agradar. Pero si lo que te rodea no te acompaña, los ánimos acaban por desvanecerse. Puedes aislarte en el lugar más remoto del mundo, pero no podrías sobrevivir. Así que en sociedad nos toca vivir, sí o sí.

Este momento es uno en los que no me alegro de vivir en sociedad. Porque esta noche el ser humano mostró su peor cara con toda su autenticidad. Interesado, cínico, falso. Y lo sé. Pero dependo de ello. Y me sigue dando rabia.

A veces me gustaría vivir en una isla desierta. Otras me pasaría el día rodeado de gente, claro. Pero hoy toca isla desierta, porque hoy más que complacido me siento obligado a vivir en sociedad.

Esta noche que toque Django, y los demás que se callen.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Silencio, rubor

La retahíla de sucesos que desfilan por mi mente me atolondran. El paisaje sigue tomando color, por mucho que el frío se esfuerce en hacer las hojas caer. La primavera aparece bajo un manto de hielo, inesperada, a destiempo.

Desaparece el tercer hombre, pero esta vez no me importó, esta vez, desaparecí yo. Y el dolor ¿qué es el dolor? Aprendí que esperar no es la solución. El final, terminó, otro halo de promesas que jamás se cumplió ¿pero y qué? ¿era amor? Se alargó, proyectó y se perdió. Es ahora cuando el silencio no deja un regusto de amargor.

¿Y que hacer? No hay presión. El camino sólo se trazó. Nítido, iluminado, generoso en su extensión. No hay dudas, todas las señales indican en esta dirección, ahora el saber a dónde ir ha dejado de ser mi obsesión.

Pero no te equivoques, querido amigo, no es momento de hibernar, no.

Hay un rubor. Latente rubor, que se esconde tras mis pupilas, En tus andares se anudaron mis más inimaginables placeres. Inocentes placeres que engendran un rubor.

Rojo rubor, que titubea, que empaña los cristales y desaparece cuesta arriba entre los abedules. Hay un rubor que nace, hay un rubor...

 
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