domingo, 29 de junio de 2008

Discurso de Amy Winehouse

imagínate que eres una persona relevante, que ha hecho un trabajo de tanta importancia que está nominada a recibir un premio.

Puede que de antemano sepas o no que te va a tocar, en cualquier caso, por tu cabeza pasan las palabras que vas a decir ante la audiencia que te idolatra. "Quiero agradecer este premio a..." piensas.

De repente, el presentador del premio, abre un sobre dónde hay un nombre escrito: tú.

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He aquí uno de los discursos más memorables de nuestra era, en el que pone énfasis en uno de los asuntos que más nos conciernen a todos nosotros en estos tiempos: el silencio

martes, 17 de junio de 2008

Insomnio


Escribo desde el silencio, que sólo se ve interrumpido por el sonido del teclado y los ronquidos, que, a estas horas, se dejan apreciar.
Es tiempo de exámenes, de tensiones y relajos.

Algo me recome la cabeza. Pienso que han sido injustos conmigo. Veo como alguien que no merece nada lo tiene y que yo, que he hecho algo y merezco un leve reconocimiento, no lo tengo. No hablo por hablar: creo reconocer cuando me merezco fracasar, cuando me merezco nada... pero esta vez es taaaaan flagrante, taaaaan descarado.

Me da vergüenza hasta el mentarlo, como cada una de las cosas que hablo en este blog. Siempre camufladas, entre líneas, que dan alas a la libre interpretación del lector. Por un lado tengo en ello el anonimato en el que camuflarme, pero por el otro un texto ambiguo puede dar lugar a interpretaciones que no tengan nada que ver con la intención original al escribirlo.

El caso es que me tengo que enfrentar a una autoridad, a alguien por encima de mí, alguien con galones. Que es más que probable que pierda, que le hecho de que hable o cierre la boca va a acabar teniendo el mismo resultado. Pero no puedo callarme. Sé que tengo una gran parte de razón. Que circunstancias ajenas a mí me van a hacer pagar algo que no me corresponde. Y que otros se van a llevar un premio que jamás merecieron.

Me crezco. En mi discurso imaginario mis palabras dejan tumbado a el interlocutor. No hay respuesta posible a cada uno de mis argumentos, son axiomas, verdades absolutas que no pueden ser cuestionadas.

Pero en el fondo sé que no. Que conseguiré un enemigo, una mirada a evitar, una persona incómoda de tratar, una mancha en el recuerdo, una experiencia desagradable, vana, e inútil.

Una pérdida de tiempo

martes, 3 de junio de 2008

La triste mirada

Apareciste despacio, sigiloso, como cada noche. Te sentaste en el lugar de siempre, en la misma postura, con los mismos gestos.

Hablabas y escuchabas. Preguntabas y eras preguntado, contestabas, contabas que pensabas, que era de ti, que pasaba por tu cabecita loca.

Tu mirada era diferente. Baja, entristecida.
En tu cara se leía, sin mucha dificultad, la pena, el hastío, el cansancio. Inmediatamente un sentimiento de compasión inundó a toda la gente que estábamos a tu alrededor.

-Dinos: ¿Por qué estás tan triste?- Dijimos al unísono el coro que te rodeábamos. El silencio estuvo al otro lado por un momento. -Me da mucha pena, he llorado- arrancaste a decir al cabo del tiempo -ha sido como si hubiese muerto un familiar-.

Un halo de misterio envolvía la escena. Ninguno de nosotros pudimos imaginar qué clase de pensamiento desfilaba por su mente, insistentemente, machacándole desde dentro, poco a poco.

-Nosotros te queremos, nosotros te necesitamos- dijimos de nuevo, todos a la vez.

Él permaneció callado esta vez. La luz desapareció. Las miradas se perdieron en la oscuridad. Ya no podíamos adivinar cuales eran las miradas, las expresiones. El tiempo pareció extenderse sin control, el silencio inundó la sala y se hacía eterno.

De repente rompiste el silencio. -Buenas noches, tengo que irme- y te perdiste entre la oscuridad dejándonos con el misterio de la tristeza de tus ojos.
 
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