sábado, 16 de agosto de 2008

Un respiro

El estrés y la vida en la ciudad han aceptado evaporarse de mi vida unos días. El insomnio y el calor decidieron quedarse con ella y no acompañarme a mi refugio al lado del mar. La presión, el griterio y las presiones también me han abandonado. Parece como si al atravesar el último segundo de la ciudad me hubiese deshecho de la burbuja que me envuelve allá, cargada de valores negativos.

No me resulto nada tedioso meterme en un coche y aguantar diez horas de viaje, a pleno día ya bajo el sol de agosto, nada de nada me importó, ni lo más mínimo. El calor fue un pequeño peaje que parece irrisorio al lado de la recompensa que me esperaba.

Y héme aquí, contemplando las olas, respirando salitre y humedad salpicado por la paz y la desaparición de los elementos opresivos de la ciudad.

No está la mirada censora que observa y critica el más minimo movimiento, no hay habladurías de vecinos ni comentarios hirientes. Aquí se respira libertad. El deseo que en la ciudad se ve imposible por las circunstancias, aquí se cumple sin más. El paso del querer al poder es tan pequeño que uno no acaba de acostumbrarse a vivir así. Y gozo cada segundo que estoy aquí y lo atesoro en el recuerdo para rescatarlo cuando de nuevo me halle en la ciudad con el estrés el insomnio y la calor.

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